Bienestar Emocional
Aroa Ruiz (Psicólog@)
14 abril, 2023
Hoy vamos a intentar profundizar sobre un concepto que no es sencillo de definir, el bienestar emocional y es que se trata de un término muy subjetivo, que dependerá mucho de cada persona y de su experiencia de vida.
¡Comienza a trabajar en tus fortalezas!
El concepto de bienestar emocional, nos lleva irremediablemente a pensar en la palabra felicidad. Y sobre la felicidad, mi compañera Sonia Castro, ya escribió dos artículos muy interesantes en nuestro blog del IEPP que aquí te adjunto para que puedas leerlos: felicidad, que bonito nombre tienes y lo tengo todo pero no soy feliz.
Índice
Qué es
Ser feliz o ayudar a que otros lo sean no es tarea fácil. Desde la perspectiva científica se intenta operativizar la felicidad para poder medirla e influir sobre ella y el término que se utiliza para hacerlo es el de bienestar.
En gran parte de la literatura se han equiparado los términos felicidad y bienestar. Sin embargo, son conceptos diferentes.
- Para algunas personas la felicidad consiste en experimentar emociones positivas. Esta definición coincide con una perspectiva occidental sobre la felicidad, que ha sido la más utilizada hasta ahora en los estudios científicos.
Un ejemplo de este enfoque viene de la mano de Martin Seligman, padre de la Psicología Positiva, quién entiende la “Auténtica Felicidad” como un conjunto de fortalezas distintivas que permiten disfrutar la vida y asignarle un propósito (Seligman, 2017). Adicionalmente, plantea que el modo de alcanzar la felicidad se obtiene a través de la experimentación de emociones positivas sobre el pasado, el futuro y el presente.
- Para otras personas, la felicidad es un objetivo en sí mismo y este enfoque está asociado habitualmente con el fenómeno llamado “seré feliz cuando…” que hace referencia a la creencia que tienen muchas personas acerca de cómo alcanzar la felicidad. En este enfoque, las personas persiguen conseguir determinados objetivos (ej. completar una maratón, adelgazar…) para “dar el salto” a la felicidad.
Sin embargo, la felicidad no se puede entender en términos absolutos. No es algo que se tiene o no se tiene. Este planteamiento respondería a un abordaje binario del concepto de felicidad, que la concibe como un lugar de llegada, como algo externo que se alcanza o no.
- Un enfoque diferente de la felicidad es el que tiene que ver con deshacerse de algo que resulta perjudicial o doloroso, para dejar paso a estados de calma y equilibrio. Precisamente, esta idea es la que representa la perspectiva oriental de la felicidad.
Factores que influyen en el bienestar
A pesar de la influencia que cada persona pueda ejercer sobre su bienestar emocional y de cómo de satisfecho/a se encuentre con su vida, en ocasiones el bienestar se ve afectado de manera diferente por las circunstancias externas. Por ello, a continuación, vamos a repasar las respuestas que da la ciencia sobre cómo influyen los factores socio-económicos como el salario, el estado civil, o la ocupación laboral sobre el bienestar.
- Dinero. Uno de los debates más controvertidos en torno a la felicidad, es si el dinero es un componente imprescindible para que se dé. ¿Hasta qué punto el dinero influye en la felicidad?, ¿es la gente rica más feliz que las personas con menos poder adquisitivo? Estas son las preguntas a las que respondieron Kahneman y Deaton (2010) en su investigación en la que correlacionaron el dinero que una persona gana anualmente con el bienestar subjetivo. El estudio se llevó a cabo con más de 450 000 respuestas al Índice de Bienestar de Gallup-Healthways (Gallup-Healthways Well-being Index; GHWB, Gallup, 2008) y se encontró que los ingresos y la educación están más estrechamente relacionados con la evaluación de la satisfacción general con la vida, pero la salud, el cuidado, la soledad y el tabaquismo son predictores relativamente más fuertes de las emociones diarias.
Se observó que la evaluación de la satisfacción general con la vida aumenta exponencialmente junto a los ingresos anuales y el bienestar emocional también aumenta con los ingresos logarítmicos, pero no hay más progreso más allá de los 75.000 dólares anuales.
Por lo tanto, establecieron el umbral de ingresos en 75.000$ anuales, importe a partir del cual la felicidad dejaba de correlacionarse con el dinero. Y es que los datos obtenidos sugieren que a partir de un nivel de renta, el bienestar subjetivo de los individuos se ve limitado por otros factores más allá de la capacidad económica.
Por lo tanto, se concluye que los altos ingresos compran la satisfacción con la vida pero no la felicidad, y que los bajos ingresos se asocian tanto con una baja evaluación de la vida como con un bajo bienestar emocional.
Hay que tener en cuenta que estas cuantías tienen que ver con el poder adquisitivo y el sistema de precios de Estados Unidos y por lo tanto hay que tener precaución a la hora de hacer una traducción directa a los ingresos anuales de otros países.
- Estado civil. Otro aspecto que se ha estudiado es el estado civil y su impacto sobre la felicidad. Stack y Eshleman (1998) se preguntaron si la gente que estaba casada era más feliz. Encontraron una asociación entre la felicidad y el matrimonio consistente a lo largo de todos los países que se incluyeron en el estudio. Y es que estar casados incide en dos aspectos: el aspecto monetario, y es que el matrimonio aumenta la satisfacción económica; y la percepción de un buen estado de salud. Vanassche et al. (2012) en un estudio más reciente sobre cómo influye el estado civil en la felicidad, encontraron resultados homólogos al estudio anterior incluso en familias diversas, en países donde se aceptan otros modelos de familia.
Arquitectura del Bienestar
Keyes et al. (2002) proponen un modelo integral del bienestar donde confluyen las dos corrientes clásicas que se llevan estudiando desde la antigua Grecia: el bienestar eudaimónico o psicológico y el bienestar hedónico o subjetivo.
De hecho, varios estudios han mostrado que el bienestar tiene dos factores, uno relacionado con la felicidad, la satisfacción con la vida o el afecto positivo y otro relacionado con el crecimiento personal, la apertura a la experiencia, los propósitos en la vida (Compton et al, 1996; McGregor and Little, 1998), y aunque son aspectos distintos del bienestar, existe una relación entre ambos (Keyes et al., 2002). Es decir, ambos se complementan para obtener una medida global del bienestar, donde encontramos aspectos hedónicos y eudemónicos.
- Bienestar hedónico o subjetivo
El paradigma hedónico propone que el bienestar depende principalmente de vivir una vida con experiencias placenteras. Investigaciones recientes han comenzado a distinguir dos aspectos del bienestar subjetivo: el bienestar emocional y la satisfacción con la vida (Diener, 2000).
El bienestar emocional se refiere a la calidad emocional de la experiencia cotidiana de la persona: la frecuencia e intensidad de las experiencias de alegría, estrés, tristeza, ira y otras emociones, que hacen que la vida sea placentera o desagradable. Por lo tanto, el bienestar emocional se podría resumir en experimentar:
- Niveles altos de afecto positivo: estado emocional en el que predominan las emociones agradables.
- Niveles bajos de afecto negativo: estado emocional en el que predominan las emociones desagradables.
La felicidad sería el nombre común que le damos a ese balance afectivo, también llamado bienestar emocional: presencia de más emociones positivas que negativas.
La satisfacción con la vida, que se refiere a la valoración que las personas hacen sobre su vida cuando piensan en ella (Diener, 1984; Kahneman, 2005). Se trata del grado en que la persona evalúa la calidad global de su vida.
- Bienestar eudaimónico o psicológico
La tradición eudaimónica se remonta a la Grecia clásica, donde filósofos como Aristóteles estudiaban el bienestar reflexionando sobre cómo la vida virtuosa o plena podía ser la vía para llegar a él (Hervás, 2009). Sin embargo, en las últimas décadas el modelo de referencia para entender y estudiar el bienestar psicológico es el propuesto por Carol Ryff (1989). Ya os detallaremos muy pronto este tipo de bienestar en otro post titulado Bienestar Psicológico 😉
Influencia de la Inteligencia Emocional en la promoción del Bienestar
¿Qué relación guarda la IE con el bienestar? Son muchos los factores que influyen en los niveles de bienestar de las personas.
Varios autores han teorizado que una mayor IE conduce a una mayor sensación de bienestar emocional (Goleman, 1995; Saarni, 1999; Salovey y Mayer, 1990). En otras palabras, las personas que comprenden y regulan sus emociones deberían ser capaces, en general, de mantener una mejor perspectiva de la vida y experimentar una mejor salud emocional.
A continuación detallaremos evidencia empírica sobre los aspectos del bienestar que tienen una relación positiva con Inteligencia Emocional:
- Satisfacción con la vida (Ciarrochi, Chan y Caputi, 2000; Martínez Pons, 1997; Cazan y Năstasă, 2015).
- Calidad en las relaciones interpersonales (Ciarrochi, Chan y Caputi, 2000; Martínez Pons, 1997; Parker et al., 2020).
- Autoestima (Dust et al., 2018; Sa et al., 2019; Tabares et al., 2020)
- Felicidad en la relación de pareja (Fitness, 2001; Mateo et al., 2018).
- Satisfacción sexual (Burri, Cherkas y Spector, 2009).
- Ajuste psicológico y emocional (Fernández Berrocal. Alcalde y Ramos, 1999; Cobos-Sánchez et al., 2017; Abella, Carreira y Rodríguez, 2019).
- Mejor recuperación de estados de ánimo negativos (Salovey et al., 1995).
- Capacidad de resolución de problemas (Augusto-Landa et al., 2011; Garrido et al., 2011; Franco y Nóbrega, 2019). Según los primeros autores, esto se debe a que estas personas valoran el problema como un desafío, y creen en su propia capacidad para resolverlo.
- Bienestar en el entorno laboral
- Satisfacción laboral (Sener, Demirel y Sarlak, 2009; Jiménez y Salamanca, 2018)
- Persistencia, automotivación ante las adversidades, control de impulsos, manejo emocional y empatía (Johnson e Indvik, 1999).
- Desempeño laboral (Enríquez Argoti et al., 2015).
- Contexto sanitarios: Calidad de las relaciones terapeuta-paciente/cliente (Weng et al., 2008). Los autores observaron que los doctores que habían sido entrenados en IE reportaban una relación terapéutica más eficiente, una mayor confianza del paciente/cliente en su desempeño profesional y una mayor satisfacción general.
A su vez, se han descubierto correlaciones negativas entre la Inteligencia Emocional y diversas variables relacionadas con estados de ánimo negativos y desajustes psicológicos. En otras palabras, cuando aumenta la IE, disminuyen las siguientes variables:
- Pensamientos rumiativos, es decir, darle vueltas a un pensamiento, a una idea, o a un posible problema, de manera inconsciente y casi obsesiva, provocando cierto malestar. (Salovey et al., 1995; Fernández-Berrocal, Ramos y Zamora, 1998).
- Estrés percibido (Frazier et al., 2020; Yildirim‐Hamurcu y Terzioglu, 2021).
- Patología psiquiátrica: depresión mayor, abuso de sustancias y trastorno límite de la personalidad (Hertel, Schütz y Lammers, 2009), depresión (Davis, Nowland & Qualter, 2019), desórdenes alimenticios (Costarelli, Demertzi y Stamou, 2009), comportamientos suicidas (Cha y Nock, 2009; Tabares et al., 2020) y ansiedad social severa (Jacobs et al., 2008).
En función de los resultados analizados en nuestra revisión de la literatura, podemos concluir que a mayor nivel de Inteligencia Emocional, mayor bienestar psicológico posee la persona. Y no solo eso: la Inteligencia Emocional también actúa como factor de protección frente a trastornos específicos y desajustes emocionales que provocan malestar.
Por tanto, trabajar la IE es trascendental si queremos potenciar nuestro bienestar personal y avanzar hacia una sociedad más feliz.
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